El barco tortuga (3): realidad vs. mito

Sobre el barco tortuga se ha ido creando una poderosa leyenda, normalmente respetada y seguida por la historiografía. Se dice que el barco tortuga habría sido el arma definitiva de Corea, imprescindible para lograr la derrota japonesa; habría sido insustituible en los planes de Yi Sun-sin, salvador exclusivo de su país; durante su existencia no habría conocido la derrota; y tras ella se habría convertido en un mito nacional, venerado y respetado en Corea. Es hora de que intentemos poner en valor ese mito.

Recreación de una batalla naval de la Guerra Imjin, con varios barcos tortuga bajo el mando del almirante Yi. Fuente: 

Recreación de una batalla naval de la Guerra Imjin, con varios barcos tortuga bajo el mando del almirante Yi. Fuente: chengxiang8964.

El problema: la carencia de fuentes

El primer barco tortuga fue construido en 1592; Yi murió en 1598: desde poco después de su muerte, la historia guarda silencio sobre los barcos tortuga. Cabe pensar que, dado que fueron concebidos para una función muy concreta (repeler la invasión japonesa), tras cumplirla debieron de caer en el desuso. Esto ha resultado ser un verdadero calentamiento de cabeza para los historiadores.

Y es que, por un lado, al tener una vida tan corta, hay muy poca información de la época sobre esta nave; por otro, el kŏbuksŏn se incorporó inmediatamente a la leyenda. Ello ha tenido como resultado un enorme interés, en Corea y fuera de ella, sobre un tema del que hay poca información verificable, lo que ha llevado a cubrir los huecos con fabulaciones. En pocas palabras, existe una historiografía centenaria que se retroalimenta y que parece poco dispuesta a admitir la revisión de ninguno de sus dogmas, incluso aunque se demuestre que alguno de ellos contradice la información contemporánea al barco tortuga.

Y no es sólo eso: la leyenda también ha tendido a la “beatificación” de estos barcos. Prácticamente todas las obras consultadas en la elaboración de este trabajo dan por supuesto que el kŏbuksŏn fue imprescindible en la salvación de Corea, y que su papel en la misma habría sido mayúsculo.

Una aproximación a la realidad

Un análisis más tranquilo y más crítico puede captar que los barcos tortuga fueron más bien complementarios en los esfuerzos de Yi; su flota seguía estando compuesta fundamentalmente por naves del tipo p’anoksŏn. El kŏbuksŏn jugó un papel accesorio en las victorias de Yi, abriendo brechas en las filas enemigas, añadiendo presión sobre ellas o dándoles el golpe de gracia, pero la mayor parte del trabajo seguía recayendo en el p’anoksŏn.

También es significativo que mientras que el barco tortuga dejó de utilizarse al acabar la guerra, el p’anoksŏn siguiera manteniéndose como la columna vertebral de la armada Joseon. Y es que esta embarcación tiende a ser subestimada, acaso por sus derrotas iniciales, causadas exclusivamente por la incompetencia de los almirantes coreanos; los mismos que posteriormente mandaron al desastre una flota que incluía varios de los presuntamente invencibles barcos tortuga. Por el contrario, a un excelente marino como Yi le bastaron trece barcos del tipo p’anoksŏn para derrotar a 133 naves japonesas, sin necesidad de emplear ningún kŏbuksŏn.

Otra escena de batalla con barcos tortuga y el almirante Yi. Fuente:

Otra escena de batalla con barcos tortuga y el almirante Yi. Fuente: Hanwha day’s.

En definitiva, el barco tortuga habría sido valioso como complemento en la estrategia de Yi. Eso no quita que siga siendo una de las grandes naves de la historia: una de las más poderosas de su época (y sin duda la más poderosa del Extremo Oriente), que habría sido muy relevante en la salvación de Corea y que se habría mantenido prácticamente invicta durante su breve existencia. Pero su eficiencia real, como la de cualquier otra embarcación, dependía de la valía de quien la emplease.

Por último, merece la pena destacar que, por mucho que Yi y su flota salvasen su país, el mérito no es exclusivamente suyo, como afirma la leyenda, demasiado seguida por la historiografía. Como recuerdan repetidamente autores como Samuel Hawley o Stephen Turnbull, los invasores también tuvieron que hacer frente a una importante resistencia en tierra que, en forma de guerra de guerrillas se lo puso muy difícil, y de cuyas redes de información dependía Yi para tener localizado al enemigo en todo momento. También se tiende a subestimar la resistencia del ejército coreano en la segunda invasión, mucho mayor que pocos años atrás, y la importancia de la ayuda china.

El barco tortuga en la cultura popular

Lo que es innegable es la popularidad de los barcos tortuga, que Stephen Turnbull llega a definir como “la locura de los barcos tortuga” en Fighting Ships of the Far East (2). Esta tendencia viene desde la misma Guerra Imjin. Existe una pintura coreana de aquellos años que muestra una flota compuesta sólo por barcos tortuga (cosa que jamás existió). Y, en el siglo XIX, al ser amenazada Corea por las potencias occidentales, sus monarcas ordenaron construir un barco tortuga como símbolo de su poder… aunque, como se empeñaron en fabricarlo según las incorrectas indicaciones disponibles, nunca lograron que flotara.

Estatua de Yi Sun-sin en Busan, Corea del Sur. Fuente: Wikipedia - Yi Sun Sin.

Estatua de Yi Sun-sin en Busan, Corea del Sur. Fuente: Wikipedia – Yi Sun Sin.

A día de hoy, los barcos tortuga son uno de los elementos más conocidos de la historia coreana fuera de su país, existiendo publicaciones en varios idiomas dedicadas a estudiarlos, apareciendo en el cine y, por supuesto, en videojuegos históricos. A nivel más oficial, aparecen en algunos sellos coreanos, e incluso se ha reconstruido y musealizado uno.

Sello conmemorativo emitido en 2011 para celebrar los 50 años de relaciones entre Corea del Sur y Portugal. Fuente:

Sello conmemorativo emitido en 2011 para celebrar los 50 años de relaciones entre Corea del Sur y Portugal. Fuente: Stamp Magazine.

Un barco tortuga en el videojuego Age of Empires II. Fuente:

Un barco tortuga en el videojuego Age of Empires II. Fuente: Age of Empires Wiki – Turtle Ship.

Bibliografía

El barco tortuga (2): la forja de la leyenda

Es hora de ver el barco tortuga en acción, pero para una mejor comprensión antes debemos explicar a qué clase de embarcaciones se enfrentó y a cuáles tuvo como aliadas, así como la manera en la que esta nave se usaba.

El barco tortuga en su contexto naval

Durante la Guerra Imjin hay fundamentalmente dos tipos de embarcaciones militares moviéndose por el mar del Japón, ambas hijas de la evolución histórica de sus constructores.

Por parte japonesa está el ōatakebune. Recuerda mucho a una torre flotante: sólido, rectangular, alto, con varios pisos con troneras, está pensado para favorecer a los arcabuceros. La importancia de éstos es fundamental en Japón. Por famosos que sean sus samuráis, lo cierto es que quienes han hecho posible la unificación del país han sido los masivos ejércitos de ashigaru (soldados-campesinos) armados con arcabuces. Hideyoshi es pragmático, y en su reinado ambos cuerpos coexisten y se complementan. Eso se ve muy bien en el ōatakebune, cuya táctica consiste en acercarse al enemigo, barrer sus cubiertas a tiros y dar paso al abordaje de samuráis, maestros en el combate cuerpo a cuerpo.

Lucha entre barcos tipo ōatakebune y sekibune, más pequeños. Fuente: TURNBULL, Stephen; REYNOLDS, Wayne, Fighting Ships of the Far East (2) - Japan and Korea AD 612-1639. Oxford, Osprey Publishing, 2003, p. 27.

Lucha entre barcos tipo ōatakebune y sekibune, más pequeños. Fuente: TURNBULL, Stephen; REYNOLDS, Wayne, Fighting Ships of the Far East (2) – Japan and Korea AD 612-1639. Oxford, Osprey Publishing, 2003, p. 27.

El ōatakebune ha sido diseñado atendiendo exclusivamente a esa táctica, por lo que adolece de importantes defectos: resulta poco marinero, pues como se dice en Técnicas bélicas de la guerra naval, está pensado para operar en los tranquilos mares interiores de Japón, y no en mar abierto; apenas tiene cañones, menos valorados y conocidos en las islas que los mosquetes; depende del corto alcance efectivo de éstos; y, sobre todo, resulta endeble frente a la artillería.

Frente a él, se encuentra el p’anoksŏn coreano. También es un barco rectangular, de bordas altas y armado con artillería, dominado por una torre de observación central, con tamaños que oscilan entre los 15 y los 35 metros de eslora, según el modelo, y unos 125 hombres como tripulación. Se trata de naves pesadas ideadas para hacer frente a los piratas wakō japoneses y a sus tácticas de abordaje.

Un p'anoksŏn en combate. Fuente: TURNBULL, Stephen; REYNOLDS, Wayne, Fighting Ships of the Far East (2) - Japan and Korea AD 612-1639. Oxford, Osprey Publishing, 2003, p. 30.

Un p’anoksŏn en combate. Fuente: TURNBULL, Stephen; REYNOLDS, Wayne, Fighting Ships of the Far East (2) – Japan and Korea AD 612-1639. Oxford, Osprey Publishing, 2003, p. 30.

Aquí se puede apreciar la diferencia entre dos modelos: los japoneses confían más en el combate de cercanía y en el abordaje, mientras que la táctica coreana es mantenerse alejados de sus enemigos y acribillarles con su superior artillería. En este sentido, todas las fuentes coinciden en culpar a los incompetentes almirantes coreanos del desastre que sufrirán sus flotas frente a unos enemigos que son claramente inferiores en el mar.

Pudiera parecer pues que la situación de Yi Sun-sin no es tan desesperada, pero la realidad es que las citadas derrotas le han dejado con sólo una pequeña parte de la flota coreana para hacer frente a cientos de barcos nipones. No es de extrañar que muestre tanto empeño en la construcción de una nueva clase de embarcación que permita volver las tornas.

La utilización del barco tortuga

El kŏbuksŏn está diseñado para anular todas las ventajas de los japoneses y explotar sus puntos débiles. Con su coraza se protege del fuego de los arcabuceros, a la par que entre ella y los pinchos hacen casi imposibles los abordajes; a la vez, está generosamente dotado de artillería y cuenta con un espolón para hundir cualquier nave nipona que se le ponga por delante. Todo ello mientras que logra mantener, pese a su pesadez, una aceptable velocidad y maniobrabilidad.

Su uso es sencillo. Yi suele colocarlos a la vanguardia de su flota, para que embistan a la nipona, rompiendo su formación y colocándose en su retaguardia o en su mismo centro, donde pueden sembrar el caos atacando a un enemigo que a la vez tiene que estar lidiando con el resto de la armada coreana. También puede mantenerlos en reserva para, una vez iniciado el combate, lanzarlos contra los puntos críticos de los japoneses y darles el golpe de gracia. En ese aspecto, los barcos tortuga no son muy distintos de las galeazas que Europa utiliza en esos mismos años, algo muy llamativo teniendo en cuenta que en esta época ambos mundos apenas tienen contacto entre sí.

El barco tortuga en batalla

En el verano de 1592, mientras los japoneses se preparan para zarpar hacia China, Yi inicia su ataque. En el espacio de un mes su reducida escuadra recorre el sur de Corea, derrotando uno a uno a los segmentos de la dividida flota japonesa. En algunos de estos combates intervienen los prototipos de los barcos tortuga. El éxito de Yi es rotundo y le permite ir incrementando sus fuerzas. Entre los japoneses cunde la alarma: el punto débil de su invasión es la dependencia de suministros desde sus islas. Si Yi logra dominar el mar, el ejército nipón caerá en el desabastecimiento. Hideyoshi lo sabe, y ordena movilizar sus reservas navales y aplastar a los coreanos mediante la superioridad numérica.

 

Un barco tortuga embiste el Nihon Maru, buque insignia japonés, durante la Batalla de Angolp’o (1592). Fuente: TURNBULL, Stephen; REYNOLDS, Wayne, Fighting Ships of the Far East (2) - Japan and Korea AD 612-1639. Oxford, Osprey Publishing, 2003, pp. 28-29.

Un barco tortuga embiste el Nihon Maru, buque insignia japonés, durante la Batalla de Angolp’o (1592). Fuente: TURNBULL, Stephen; REYNOLDS, Wayne, Fighting Ships of the Far East (2) – Japan and Korea AD 612-1639. Oxford, Osprey Publishing, 2003, pp. 28-29.

La arrogancia japonesa se manifiesta en el momento más inoportuno, cuando el almirante Wakizaka Yasuharu, despreciando a su enemigo, zapa con 73 barcos sin esperar refuerzos. En la Batalla de Hansando se enfrenta a un número similar de barcos coreanos, entre ellos al menos dos barcos tortuga. Yi dispone su vanguardia en forma de media luna y lanza un supuesto ataque que acaba en una retirada fingida. Los japoneses muerden el anzuelo y persiguen a las naves en retirada, metiéndose en el centro de la media luna, donde son acribillados por los coreanos, que además van cerrando su formación, rodeándolos. Los barcos tortuga intervienen entonces, embistiendo los barcos nipones más importantes y dejando a su flota sumida en el caos. La derrota nipona es total.

Sólo una semana después, Yi ya ha conseguido paralizar la invasión. Los japoneses, humillados, regresan a su isla, pero no suspenden las hostilidades. En los cinco años siguientes amasan una nueva fuerza. Mientras, en Corea, los mandamases recién restaurados sienten celos de la popularidad de Yi, por lo que conspiran hasta lograr que sea apartado de su cargo, encarcelado y torturado, acusado, ni más ni menos, que de trabajar para Japón.

Los coreanos, eso sí, siguen trabajando para ampliar y mejorar su flota, y se dotan de una cierta cantidad de barcos tortuga. Pero se los confían a los mismos almirantes que tan bochornoso papel hicieron contra los japoneses. Cuando éstos vuelvan a la carga, en 1597, les bastará una sola batalla para acabar con prácticamente toda la armada coreana, incluyendo los barcos tortuga. El monarca Joseon, presa del pánico, tendrá que poner de nuevo a Yi al frente de lo que queda de la armada del país: 13 barcos del tipo p’anoksŏn. En la Batalla de Myeongnyang, Yi se enfrentará con esa escuadra a 133 barcos japoneses… obteniendo una victoria épica que pasará a la historia como “el milagro de Myeongnyang”.

Tras ello, Yi supervisa la reconstrucción de la marina coreana y la producción de nuevos barcos tortuga. Sus victorias, unidas a la creciente resistencia en tierra y a la intervención del ejército chino en favor de los Joseon, dan al traste con las ambiciones japonesas. Curiosamente, a Yi le tocará morir en la última batalla de la guerra, la de Noryang (1598). Agonizante por un balazo, pedirá a sus fieles que oculten su muerte para no desmoralizar a sus hombres. La batalla termina con una aplastante victoria que obliga a Japón a pedir la paz, mientras que los coreanos lloran a su salvador.

Bibliografía

El barco tortuga (1): la construcción de una nave legendaria

El kŏbuksŏn o barco tortuga coreano es un caso único: una embarcación de aspecto extravagante, que sólo fue utilizada en unos años muy concretos, con un éxito tan arrollador que se considera que cambió el curso de la historia, y que pasó a convertirse en leyenda, pese a que su limitado uso ha provocado que hasta hoy sigan los debates sobre su verdadero aspecto.

Reconstrucción hipotética de un barco tortuga en el Memorial de guerra de Seúl. Fuente: Wikipedia - Barco tortuga.

Reconstrucción hipotética de un barco tortuga en el Memorial de guerra de Seúl. Fuente: Wikipedia – Barco tortuga.

La época del barco tortuga: la Guerra Imjin (1592-1598)

En 1592 Toyotomi Hideyoshi, unificador de Japón, decide lanzarse a la conquista apoyado en lo que Samuel Hawley define, en The Imjin War, como el mayor ejército del mundo en la época. Su objetivo (aparte de volcar al exterior la agresividad de los guerreros japoneses, demasiado acostumbrados a la guerra civil) es la conquista de Corea para, desde allí, invadir China.

La invasión de Corea es un éxito. En parte por la propia valía de las tropas invasoras, pero también por la incompetencia de los invadidos. En esta época Corea se halla dominada por una élite corrupta y endogámica, aislada de la realidad y más preocupada por repartirse cargos y prebendas entre sí que por proteger su país. Baste decir que no se ha hecho prácticamente nada para prepararse ante una invasión que lleva más de un año anunciándose; ni siquiera la descarada amenaza que supone el envío de un arcabuz por Hideyoshi a la corte Joseon les hace reaccionar.

Por tanto, los primeros meses de la guerra se pueden resumir en una serie de bochornosas derrotas para los coreanos: sus almirantes, al frente de flotas poderosas y capaces, prefieren huir o incluso hundir sus barcos a luchar. Sus generales, al frente de tropas mal equipadas y peor organizadas, son devorados por la máquina de guerra nipona. Para los invasores, aquello es un paseo militar: han desembarcado el 23 de mayo de 1592 y para finales de julio ya están atacando Manchuria, mientras la corte Joseon se ve obligada a huir.

La primera invasión japonesa. Fuente: TURNBULL, Stephen, Samurai Invasion - Japan's Korean War 1592-1598. Londres, Cassell & Co, 2002, página 41.

La primera invasión japonesa. Fuente: TURNBULL, Stephen, Samurai Invasion – Japan’s Korean War 1592-1598. Londres, Cassell & Co, 2002, p. 41.

La idea de los japoneses es mover su flota a la costa oeste de Corea y, desde allí, transportar sus ejércitos al otro lado del mar Amarillo para atacar China. Pero para ello les queda un último obstáculo a superar: su armada tiene que pasar por las aguas controladas por la escuadra coreana del suroeste, y por el último almirante coreano, Yi Sun-sin.

Los japoneses, a buen seguro, deben de haberse sentido confiados: hasta entonces la armada Joseon no ha hecho más que el ridículo frente a ellos, y el almirante en cuestión no es más que un desconocido con un puñado de barcos. Resulta significativo el que ni siquiera se molesten en ir a por él: preparan tranquilamente sus naves para el viaje como si no estuviera rondando por allí una flota enemiga. Eso será su perdición.

Porque Yi Sun-sin no es un cualquiera: a día de hoy se le considera como uno de los mayores marinos y guerreros de la historia, brillante en todos los sentidos. Mientras los japoneses se dedican al saqueo y a la preparación de su viaje, él está acumulando fuerzas para plantarles cara, y se halla inmerso en el diseño del barco tortuga.

Diseño y forma del barco tortuga

Según parece, la idea del barco tortuga no es del todo nueva. Las fuentes cuentan que Yi se habría inspirado en los manuales militares chinos, que hablarían del meng Chong, un antiguo junco a remo con espolón y su cubierta superior recubierta con una funda de cuero humedecido resistente al fuego, y concebido para la embestida. Combinando estas ideas con el p’anoksŏn, Yi crea el kŏbuksŏn, o barco tortuga.

Un p'anoksŏn en combate. Fuente: TURNBULL, Stephen; REYNOLDS, Wayne, Fighting Ships of the Far East (2) - Japan and Korea AD 612-1639. Oxford, Osprey Publishing, 2003, p. 30.

El p’anoksŏn, base del barco tortuga. Fuente: TURNBULL, Stephen; REYNOLDS, Wayne, Fighting Ships of the Far East (2) – Japan and Korea AD 612-1639. Oxford, Osprey Publishing, 2003, p. 30.

Como veremos, aunque hay consenso respecto a su forma básica, prácticamente cada detalle concreto genera discrepancias. La razón principal es que los barcos tortuga han sido estudiados (y hasta reconstruidos) asumiendo la veracidad de las ilustraciones que de ellos se hicieron en el siglo XVIII, generalmente muy fantasiosas.

El primer debate lo genera el número de cubiertas: mientras que un p’anoksŏn tiene dos (la inferior, para los remeros, y la superior, para la artillería y los soldados), no está claro cuántas tiene el kŏbuksŏn. Generalmente se tiende a pensar que habría continuidad, pero tanto Turnbull como los autores de Técnicas bélicas de la guerra naval apuestan por que tuviera sólo una, en la que se mezclarían remos y cañones, para así aumentar la agilidad de un barco cuyo uso principal sería la embestida.

Un barco tortuga. Nótese la cubierta única, para remeros y artilleros. Fuente: TURNBULL, Stephen; REYNOLDS, Wayne, Fighting Ships of the Far East (2) - Japan and Korea AD 612-1639. Oxford, Osprey Publishing, 2003, pp. 28-29.

Un barco tortuga. Nótese la cubierta única, para remeros y artilleros. Fuente: TURNBULL, Stephen; REYNOLDS, Wayne, Fighting Ships of the Far East (2) – Japan and Korea AD 612-1639. Oxford, Osprey Publishing, 2003, pp. 28-29.

Los barcos tortuga recuerdan a este animal, al ir su cubierta techada como protección ante los arcabuces y abordajes japoneses. Aquí viene otro detalle oscuro: la naturaleza de ese “blindaje”. Tradicionalmente se ha asumido que estos fueron «los primeros acorazados de la historia”, como suelen ser mencionados, recubiertos de planchas de hierro a prueba de artillería. Sin embargo, otros autores no ven esto muy probable: arguyen que con semejante peso no podría flotar; que los inferiores cañones japoneses apenas son una amenaza para los sólidos barcos coreanos; y que para protegerse de sus arcabuces un armazón de madera es más que suficiente. Así pues, defienden que esa protección habría consistido en finas planchas de material ignífugo. En ese aspecto, merece la pena mencionar que, sin embargo, hay varios testimonios de la época que hablan del kŏbuksŏn como un barco “con armadura”, pero también que cuando, en el siglo XIX, los coreanos se empeñaron en construir un barco tortuga acorazado éste acabó hundiéndose por el peso. Lo que sí parece más claro es que de esa protección emergerían grandes pinchos metálicos, pensados para dificultar los abordajes.

El kŏbuksŏn tendría el tamaño de un p’anoksŏn grande: entre 30 y 35 metros de eslora. Para impulsarse contaría con un par de mástiles abatibles con velas cuadradas, pero en batalla dependería de sus remeros.

Los principales debates en torno al kŏbuksŏn surgen en el campo del armamento. En general, se acepta que llevaría 11 cañones por banda, 3 en la proa y otros 3 en la popa, pero hay muchas discusiones en torno a la cabeza de dragón. Las crónicas de la época, incluso el diario de Yi, cuentan que los barcos disparaban a través de “cabezas de dragón” en la proa. Sin embargo, como dicen los autores de Técnicas bélicas de la guerra naval, el kŏbuksŏn viene siendo representado (e incluso recreado) teniendo una cabeza de dragón en la parte alta de su “caparazón”, en una posición en la que sería imposible colocarle armas. Muchos autores defienden que el verdadero propósito de la cabeza sería el actuar como una bomba de humo, mediante una mezcla química que generaría una humareda que a la vez desconcertaría e intimidaría a los japoneses; esa mezcla, además, podría ser tóxica. Los autores de Técnicas bélicas del mundo oriental desdeñan estas propuestas, y defienden un modelo en el que toda la proa de la nave tendría forma de cabeza de dragón, con los cañones disparando desde la “boca”.

Propuesta del barco tortuga de los autores de Técnicas bélicas del mundo oriental. Fuente: Haskew, Michael E.; Jörgensen, Christer; McNab, Chris; Niderost, Eric; Rice, Rob S., Técnicas bélicas del mundo oriental – 1200-1860. Madrid, LIBSA, 2012, p. 243.

Propuesta del barco tortuga de los autores de Técnicas bélicas del mundo oriental. Fuente: Haskew, Michael E.; Jörgensen, Christer; McNab, Chris; Niderost, Eric; Rice, Rob S., Técnicas bélicas del mundo oriental – 1200-1860. Madrid, LIBSA, 2012, p. 243.

No puedo dejar de mencionar que no he encontrado a nadie que defienda una teoría intermedia, que sería la posibilidad de que en la proa hubiera un mascarón con forma de cabeza de dragón desde el que dispararan los cañones; sólo aparecen así en Roaring currents, reciente película sobre la victoria del almirante Yi en la Batalla de Myeongnyang, caracterizada por una ambientación histórica casi impecable.

La otra arma del barco sería el espolón, también muy polémico. Casi todo el mundo ha asumido los defectuosos grabados dieciochescos como verídicos, por lo que tienden a creer que el espolón tendría la forma de una especie de disco o cara plana, algo que en vez de concentrar la fuerza de la embestida de la nave en un punto, más bien la habría diluido. Por eso, los autores de Técnicas bélicas de la guerra naval proponen un espolón metálico, sobresaliente y con forma de cabeza de dragón, similar a los del Mediterráneo antiguo.

Habría que glosar también el peculiar contexto naval en el que nació este barco y su utilización, pero eso lo dejaremos para la próxima entrada.

Bibliografía

El sifonóforo (2): el barco lanzallamas de Bizancio

Si en la anterior entrada analizábamos el fuego griego y explicábamos la situación en que había nacido, en esta hablaremos de su aplicación práctica. Es hora de conocer al barco que descargaba el fuego líquido sobre sus enemigos: el sifonóforo.

Un sifonóforo en acción. Fuente: Foro Militar General.

Un sifonóforo en acción. Fuente: Foro Militar General.

El dromón

Un sifonóforo es un dromón que se ha adaptado para llevar a bordo un sifón que bombea fuego griego. Y un dromón es una nave que deriva de la historia marítima romana. Desde la unificación del Mediterráneo y durante medio milenio, la armada romana carece de enemigos, por lo que se reconvierte en una fuerza esencialmente policial, destinada a patrullar el mar y a proteger las rutas comerciales de alguna ocasional amenaza pirata. En consecuencia, las galeras romanas, que durante la República habían sido muy grandes, con muchas tropas a bordo y abundante artillería, se convierten ahora en naves ligeras y rápidas.

Cuando Roma se vea acuciada por las invasiones, las crisis y las guerras civiles, que harán necesario recuperar una auténtica marina de guerra, esas galeras serán el material sobre el que se trabajará, especialmente por parte de los romanos orientales. El resultado es el dromón, una nave de guerra ligera, con sólo una o dos filas de remeros, que no está dotada de artillería y que se caracteriza por su velocidad: de hecho, su nombre significa “corredor”. Estas embarcaciones se mantendrán durante toda la historia bizantina, con tendencia a irse volviendo más grandes y mejor armadas.

Un dromón de las primeras generaciones. Fuente: Foro de Historia Militar el Gran Capitán.

Un dromón de las primeras generaciones. Fuente: Foro de Historia Militar el Gran Capitán.

El sifón

Durante la defensa de Constantinopla frente al gran asedio árabe de 674-678 d.C., algunos dromones serán equipados con armas para lanzar el fuego griego. Estas naves serán llamadas por los bizantinos sifonóforos, palabra que deriva del sistema más utilizado para emplear el arma: el sifón.

Este sifón sería el predecesor de los actuales lanzallamas: se trataría de un artilugio hidráulico instalado en la proa de los barcos y que tendría este aspecto:

Reconstrucción de un sifón por los historiadores Haldon y Byrne. Fuente: Greek fire.

Reconstrucción de un sifón por los historiadores Haldon y Byrne. Fuente: Greek fire.

Como podemos ver, el fluido se depositaría en un caldero herméticamente sellado, que a continuación sería calentado; después, se le inyectaría presión mediante una bomba que insuflaría aire, haciendo que la mezcla saliera disparada por una válvula que llevaría al exterior, y junto a cuya boca habría una mecha lista para prender el líquido. El resultado:

Como ya se dijo en la entrada anterior, el manejo de un arma así es peligrosísimo, así que se adoptan todas las medidas de seguridad posibles, incluyendo una estricta formación para los operarios, el uso de protecciones ignífugas y mantener sellada y hasta blindada la proa, para evitar accidentes y el desastre que sería que un proyectil enemigo impactase en esa zona.

Aunque los sifones demostrarán ser la forma más eficaz de lanzar el fuego griego, hay otras:

  • Arrojar el fuego griego directamente al agua, dejando que su curso lo lleve hasta los adversarios. Seguramente sería la primera forma en que su usaría.
  • Mediante “granadas”: precursoras del cóctel molotov actual, son simples jarras de barro llenas de fuego griego y con unas mechas adheridas, que se lanzan al enemigo, rompiéndose en el impacto y prendiendo la mezcla con las mechas.
  • Mediante artillería: es una mejora de la idea anterior, disparándose grandes recipientes llenos de fuego griego desde catapultas y trabuquetes contra los barcos y fortalezas del adversario.
  • Mediante sifones portátiles: exclusiva de tierra, es la forma menos empleada. Los bizantinos tienen algunas tropas lanzallamas equipadas con una versión portátil del sifón, aunque resulta mucho menos efectiva que su equivalente naval.
Un sifón manual en Poliorcética, de Héroe de Bizancio. Fuente: Greek fire.

Un sifón manual en Poliorcética, de Héroe de Bizancio. Fuente: Greek fire.

Éxito y decadencia del sifonóforo

El sifonóforo tiene un éxito arrollador. Se le considera la clave de la supervivencia bizantina frente a los asedios árabes de Constantinopla en 674-678 y en 717-718. Traducir en palabras la importancia de este hecho es algo que supera nuestras capacidades, así que mejor escuchemos a alguien que sabe mucho más que nosotros:

La importancia atribuida a la victoria bizantina de 678 no podrá, realmente, nunca ser exagerada. Por primera vez se puso coto al avance árabe. La invasión árabe que hasta entonces se había propagado como una avalancha, sin encontrar obstáculo, recibió el primer revés importante; en la gran defensiva de Europa contra la penetración árabe, la victoria de Constantino IV representa un viraje decisivo de alcance universal, igual que la victoria posterior de León III en 718 y la victoria de Poitiers obtenida en 732 por Carlos Martel sobre los árabes, al otro lado del mundo de entonces. De estas tres acciones victoriosas que salvaron a Europa de la inmersión musulmana, la victoria de Constantino IV, además de ser la primera, fue también la mayor. Sin duda, aquel asalto de los árabes a Constantinopla fue el más masivo que jamás haya sufrido el mundo cristiano por parte árabe. Constantinopla era el último dique que se oponía a la invasión árabe. El hecho de que este dique hubiese aguantado, fue la salvación no sólo para el Imperio Bizantino, sino también para toda la cultura europea.

Georg Ostrogorsky

Durante siglos, los sifonóforos seguirán en funcionamiento. Su decadencia se inscribe en la de toda la flota bizantina, pues desde el siglo XI el Imperio, ya recuperado y con exceso de confianza debido a sus victorias, tiende a desmantelar la armada, considerada demasiado cara de mantener, y a confiar la defensa de sus costas a sus aliadas, las ciudades-Estado italianas. Algo que pagará con la pérdida del control sobre su comercio y la cesión de la supremacía naval en el Mediterráneo a Italia.

No queda nada claro en las fuentes si, tras la época de las Cruzadas, el barco sifonóforo vuelve a ser utilizado. Lo que sí está claro es el empleo del fuego griego hasta la misma desaparición del Imperio. Los cronistas de la época atestiguan que en la caída de Constantinopla ante los turcos, en 1453, cuando la flota romana se reduce a sólo una docena de barcos, algunos todavía están dotados con esta arma.

El fuego griego en la cultura popular

Todavía hoy el fuego griego sigue suscitando curiosidad e interés, y ha aparecido en muchos medios, por ejemplo:

  • En el videojuego histórico Medieval II Total War los bizantinos tienen a su disposición el Barco incendiario, que es un sifonóforo, e incluso una unidad terrestre de Lanzadores de fuego griego.
Lanzadores de fuego griego en Medieval II Total War. Fuente: Total War Wiki: Greek Firethrowers.

Lanzadores de fuego griego en Medieval II Total War. Fuente: Total War Wiki – Greek Firethrowers.

  • En el más reciente Total War: Attila, se puede usar el Dromonarion con fuego griego y el Dromón con fuego griego.
  • En el videojuego Assassin’s Creed: Revelations, también aparece el fuego griego con un sistema de sifón lanzallamas bastante aproximado al original.
El fuego griego en Assasin's Creed: Revelations. Fuente: Blog Cátedra de Historia Naval – Fuego marino: el arma más mortífera.

El fuego griego en Assasin’s Creed: Revelations. Fuente: Blog Cátedra de Historia Naval – Fuego marino: el arma más mortífera.

  • También aparece en la película Piratas del Caribe: en aguas extrañas, usado por Barbanegra.
  • Pero sin duda, su aparición más famosa es en Canción de Hielo y Fuego, de George R. R. Martin., que nos presenta el fuego valyrio, claramente inspirado en el griego y que funciona igual, con el añadido de volverse explosivo si se usa en grandes cantidades. Incluso se produce de la misma forma, por parte de un grupo de alquimistas recluidos del mundo en la capital.
Explosión de fuego valyrio. Fuente: Hielo y Fuego Wiki - Batalla del Aguasnegras.

Explosión de fuego valyrio. Fuente: Hielo y Fuego Wiki – Batalla del Aguasnegras.

Bibliografía

El sifonóforo (1): el fuego griego, o cómo incendiar el mar

En el año 674 d.C., Europa parecía estar perdida: las hordas del Califato islámico, tras conquistar todo Oriente, irrumpían en Occidente. Todo lo que se interponía entre ellos y un continente carente de organización o fuerza para defenderse eran los agotados restos del Imperio Romano Oriental. Cuatro años más tarde, los musulmanes huían de regreso a Oriente, tras la primera y más importante de sus grandes derrotas. Europa quedaba a salvo gracias a la nueva arma secreta de los romanos, el fuego griego, y a los barcos nacidos para usarlo, los sifonóforos.

Un sifonóforo arrojando fuego griego sobre una nave enemiga. Fuente: Anfrix – El arma más misteriosa y enigmática de la historia.

Un sifonóforo arrojando fuego griego sobre una nave enemiga. Fuente: Anfrix – El arma más misteriosa y enigmática de la historia.

La Roma oriental y sus problemas.

Surgido de la descomposición del Imperio Romano, el Imperio Romano de Oriente o Bizantino, con capital en Constantinopla, se mantendrá estable, rico y fuerte. Tras la caída del oeste romano ante los bárbaros, incluso llega a reconquistar Italia, África y parte de España. Su principal problema es su ubicación geográfica, entre Occidente y Oriente, lo cual significa luchar siempre en dos frentes: el europeo y el asiático; y en este último siempre tiene instalado a algún imperio de fuerza similar a la suya e invariablemente hostil; en esta época el Imperio Persa Sasánida. Ello explica su tardanza en volver a Europa y sus dificultades para mantenerse en ella, al tener que destinar el grueso de sus fuerzas a contener a los persas.

El Imperio Romano de Oriente en 600 d.C., poco antes de la guerra total con Persia, que aparece en verde, al Este. Fuente: Medieval UFF - MAPAS - SÉCULOS VI ~ X.

El Imperio Romano de Oriente en 600 d.C., poco antes de la guerra total con Persia, que aparece en verde, al Este. Fuente: Medieval UFF – MAPAS – SÉCULOS VI ~ X.

Sin embargo, durante un tiempo reinará la esperanza de haber acabado con esta amenaza. A principios del siglo VI d.C. ambos países acaban por enfrentarse en una guerra total que va a durar casi tres décadas y que es uno de los mayores conflictos de la Antigüedad. Y termina con la victoria de una Roma que, pese a no ser capaz de destruir Persia, sí la coloca en una situación de debilidad y a la defensiva. Pese a que Oriente Próximo ha quedado destruido, al caos, al hambre y al descontento contra ambos imperios, los bizantinos tienen ahora la oportunidad de reconstruir la región, de asentar su hegemonía y, tras ello, de volver con fuerza a Occidente, creando una nueva e inmortal Roma. Al fin y al cabo, sus conquistas en Occidente ya han demostrado que los pueblos bárbaros nada pueden contra ellos, y acaban de postrar a sus enemigos orientales. ¿Quién podría ahora oponérseles?

El Califato.

Precisamente durante esa guerra, Mahoma ha iniciado la predicación de su nueva religión: el islam. Bajo su bandera, une a los pueblos de Arabia, una península desierta y remota, a la que los Estados “civilizados” siempre han considerado tierra de bandidos y de odios tribales, que en nada les interesaba salvo para el comercio. Mahoma revela su potencial oculto, convirtiendo a los árabes en una disciplinada, motivada y efectiva maquinaria militar, ávida de nuevas tierras. Tras su muerte, sus sucesores, los califas, inician las conquistas: entre 634 y 674 d.C., los árabes se apoderan de todo el Imperio Persa, además de arrebatar a los romanos Siria, Palestina, Egipto, Libia, África y la zona oriental de Asia Menor.

Una vez más, los romanos ven cómo se forma al Este un gran imperio, pero éste es el mayor y más ambicioso que han conocido. Fracasan en todos sus intentos para contenerlo, así como en evitar que los árabes se echen al mar, lo que les permite amenazarles por todos los flancos a la vez e interrumpir el vital comercio mediterráneo. El fundador de la dinastía califal Omeya, Muawiyya, decide en el 674 acabar con Bizancio con la toma de su núcleo: las tierras del Egeo y Constantinopla, contra las que moviliza a un gigantesco ejército y a una inmensa flota.

Mapa que ilustra las pérdidas y la desesperada situación del Imperio durante la época de los Omeyas (661-750 d.C.). Fuente: Encyclopédie Larousse en ligne - Omeyyades ou Umayyades.

Mapa que ilustra las pérdidas y la desesperada situación del Imperio durante la época de los Omeyas (661-750 d.C.). Fuente: Encyclopédie Larousse en ligne – Omeyyades ou Umayyades.

El fuego griego.

Es en este momento cuando aparece Calínico en la historia. A día de hoy se sigue sin saber nada sobre él, e incluso algunos lo consideran una mera invención. Lo poco que ha trascendido es que fue un alquimista y químico originario probablemente de Siria y que se habría convertido en refugiado ante la invasión islámica. En algún momento, ya en Constantinopla, inventará el fuego griego.

El fuego griego, también llamado fuego marino, líquido, artificial o bizantino, es un compuesto químico, un fluido inflamable que, al parecer, arde al entrar en contacto con el agua, es capaz de seguir ardiendo en ella y cuya llama el agua no sólo no extingue, sino que la aviva. Para el Imperio Romano, cuya supervivencia depende de seguir controlando el mar, la creación de esta especie de napalm medieval, tan efectivo para quemar barcos enemigos, supone un verdadero milagro, que permitirá su supervivencia.

Los romanos orientales son perfectamente conscientes de ello, por lo que el fuego griego será considerado secreto de Estado. Su elaboración correrá a cargo de un reducido grupo de alquimistas, todos ellos residentes en Constantinopla, aislados del mundo y siempre acompañados por una escolta militar; escolta que tiene una doble misión: garantizar su reclusión del mundo y ejecutarles si la ciudad cayera ante un enemigo. Pase lo que pase, los rivales del Imperio no deben conocer su secreto. Y vaya si será así. Si tenemos en cuenta lo rápido que se divulgan los descubrimientos y los secretos militares, desde la fórmula de la pólvora hasta la de la bomba atómica, resulta sorprendente el éxito bizantino. Durante los mil años que durará su era mantienen a salvo la fórmula, la cual desaparece junto a ellos en 1453, al ser tomada Constantinopla por los turcos. Medio milenio después, seguimos sin conocer la composición exacta de la que merece llamarse el arma más misteriosa de la historia.

Eso no significa que no podamos acercarnos bastante a ella, aunque nunca podremos saber si alguna de las muchas teorías ha dado con la fórmula exacta. En el Blog Cátedra de Historia Naval se citan sus posibles componentes:

  • Cal, también conocida como óxido de calcio (polvo blanco, cáustica, hinchada).
  • Salitre, también conocido como nitrato de sodio, es un tipo de sal que se ha utilizado durante mucho tiempo como un ingrediente en explosivos.
  • Betunes, asfaltos o alquitrán. Debe recordarse que la ciudad de Cartago fue fácilmente incendiada debido a la amplia utilización de betún en su construcción.
  • Aumenta con la temperatura, debido a la formación de cadenas de polímeros. Por su carácter inflamable, el azufre también tiene aplicación en la fabricación de la pólvora y de fuegos artificiales.
  • Resina, es un líquido viscoso producido por la mayoría de las plantas. Algunas contienen heptano, que es muy inflamable.
  • Una sustancia pegajosa y oscura, obtenida a partir del residuo de la destilación de alquitrán de hulla, alquitrán de madera o derivados del petróleo, y que también se utiliza para la impermeabilización.

En SINC, en el artículo La química del fuego griego, el secreto militar mejor guardado de la historia, Sergio Ferrer habla de su funcionamiento, con ayuda del investigador José Soto: los elementos cruciales serían la cal viva, la nafta, el azufre y el nitrato sódico:

  • La cal viva sería el detonante: esta sustancia se calienta hasta los 150º al entrar en contacto con el agua, con lo que iniciaría la combustión de la mezcla.
  • La nafta y el azufre, muy inflamables, entrarían en combustión por la temperatura de la cal viva.
  • El nitrato sódico, que desprende oxígeno al arder, avivaría las llamas y les aportaría oxígeno incluso en el agua.
  • Intentar sofocar este fuego con agua sólo lo avivaría, al activar la cal viva que hasta entonces no se hubiera humedecido.

Además de su obvia peligrosidad como arma convencional, el fuego griego también infunde terror psicológico. En una época en que los barcos están hechos de madera, tela y cuerda, enfrentarse a los sifonóforos bizantinos, que disparan chorros de llamas líquidas, es sencillamente aterrador. Y más si recordamos que la mayoría de las personas de la época no saben nadar, así que si sus barcos se incendian sólo pueden elegir entre morir abrasados o ahogados. Y aún más si tenemos en cuenta que saber nadar no tiene por qué ser una salvación: el agua puede estar también ardiendo, y si alguien ha sido alcanzado por estas llamas, lanzarse al mar no le va a salvar.

En tierra, donde se usa menos, el fuego griego también permite abrasar a grupos enteros de soldados y causa verdadero pánico, especialmente a quienes se encuentran por primera vez con él.

Como explica Justo Giner, doctor en Química, en La química del fuego griego, el secreto militar mejor guardado de la historia, al terror psicológico ayudan los efectos colaterales del arma: extraños truenos y humaredas que acompañan a su uso y que se deben a la expansión de los abundantes gases generados por la reacción química. Para rematar la jugada, los gases son venenosos.

Con todo, el fuego griego no es inextinguible. En La química del fuego griego, el secreto militar mejor guardado de la historia se da una verdadera guía para su apagado, lo que se puede lograr:

  • Mediante asfixia, utilizando esteras de esparto o arena para negarle el oxígeno que necesita para arder.
  • Mediante orina, que contiene gran cantidad de sales inorgánicas y urea, con lo que podría actuar como inhibidor de algún componente necesario para la combustión.
  • Mediante vinagre, que evita que la cal viva alcance la temperatura necesaria para inflamarse al contactar con el agua.

Ni que decir tiene que manejar el fuego griego es algo arriesgadísimo, y que los bizantinos emplean todas las precauciones y sólo permiten su uso a químicos y soldados excepcionalmente bien entrenados y protegidos.

Queda por explicar de qué manera se emplea el fuego griego, pero de eso hablaremos en la siguiente entrada.

Bibliografía

El corvus romano, o cómo convertir una batalla naval en terrestre

El corvus romano era un pesado puente de abordaje que sus galeras llevaron durante la I Guerra Púnica. Puede parecer algo de lo más sencillo, pero de no haber sido por él, la hegemonía romana nunca hubiera nacido, y la historia habría sido muy distinta.

Los romanos realizan un abordaje con el corvus. Fuente: - Weapons and Warfare ~ History and Hardware of Warfare.

Los romanos realizan un abordaje con el corvus. Fuente: Weapons and Warfare ~ History and Hardware of Warfare.

La I Guerra Púnica (264-241 a.C.)

Desde sus oscuros orígenes, la ciudad de Roma va expandiendo su poder por la península Italiana. Para mediados del siglo III a.C. ya la ha unificado, consolidándose como una de las grandes potencias mediterráneas. Pero su ansia expansionista va mucho más allá, y pronto chocará con el imperio marítimo de Cartago. Ésta es una ciudad-Estado de origen fenicio (o, como lo llaman los romanos, “púnico”) que, desde su estratégica posición, controla las costas de África y las islas del Mediterráneo Occidental. Su obsesión es Sicilia, cuya área oriental lleva siglos disputando a los griegos. Cuando Roma, aprovechando las luchas internas, empieza a introducirse en la isla, estalla la I Guerra Púnica.

Escenario y batallas de la I Guerra Púnica. Fuente: Socialhizo.

Escenario y batallas de la I Guerra Púnica. Fuente: Socialhizo.

Una guerra que es un verdadero paradigma del desequilibrio militar: como explica Nathan Rosenstein en La guerra en el mundo antiguo, Roma es muy superior en el campo de batalla, con lo que rápidamente obliga a los púnicos de Sicilia a atrincherarse en sus ciudades; pero esas ciudades no pueden ser tomadas si no se les corta el abastecimiento marítimo, y Cartago es dueña de la flota más poderosa del Mediterráneo, mientras que los romanos ni siquiera tienen una armada. De hecho, han tenido que mandar a sus legiones a Sicilia amparados en la noche: cuando lo intentaron de día fueron interceptados por la escuadra cartaginesa, que como un símbolo de superioridad, liberó a sus barcos y prisioneros sin molestarse en hacerles daño; les dijeron que si se les antojaba, los latinos no podrían ni lavarse las manos en el mar sin su permiso.

Para romper el impasse, Roma construye su primera flota, tomando como modelo una quinquerreme cartaginesa que encalla en sus costas. Sin embargo, los romanos no son unos ingenuos: conocen su inexperiencia en el mar, frente a siglos de tradición naval fenicia. En pocas palabras, la mera posesión de barcos no sirve de nada si tienen que enfrentarse con tripulaciones bisoñas a los mejores marinos de su época. Por eso nace el corvus.

Características del corvus

El corvus es en realidad muy simple: una enorme plataforma de abordaje, de 11 metros de largo y 1,2 de ancho, que va montada en la proa de las galeras romanas y que tiene en su extremo una gran pica metálica que recuerda al pico de un cuervo (de ahí su nombre). Su funcionamiento es aún más sencillo: una galera romana no tiene más que acercarse a otra cartaginesa, dejarlo caer sobre su cubierta (donde quedará fijado gracias a su peso y al pico) y lanzar a sus legionarios a través de él para acabar con los marinos y tropas navales púnicas, muy inferiores en combate cuerpo a cuerpo. Como podemos ver, la idea es convertir la guerra naval en terrestre, utilizando los barcos como puente para asaltar las embarcaciones enemigas.

No está claro quién es el inventor del corvus. Polibio lo atribuye al cónsul Cayo Duilio, mientras que en Técnicas bélicas del mundo antiguo se sugiere que podría haber sido el famoso Arquímedes, gran inventor e ingeniero militar originario de Siracusa, ciudad aliada con Roma.

El corvus en combate

Lo que sí está claro es su apabullante éxito. En una época en que la artillería naval es y se emplea de forma muy limitada, ni siquiera los cartagineses pueden evitar tener que acercarse a las galeras romanas, siendo rápidamente abordados y vencidos en sucesivas batallas: Milai (260 a.C.), Sulci (258 a.C.), Tindaris (257 a.C.) o cabo Ecnomo (256 a.C.). En Técnicas bélicas de la guerra naval se dice claramente que si los púnicos evitan una derrota total se debe a un aliado inesperado: el tiempo.

Un abordaje mediante corvus. Fuente: Look and Learn.

Un abordaje mediante corvus. Fuente: Look and Learn.

Y es que hay algo con lo que los romanos no han contado: el corvus, al ser tan grande y pesado, desequilibra sus barcos, por lo que es muy peligroso que naveguen fuera de áreas de calma. Y da la casualidad de que la guerra se está librando en torno a las costas de Sicilia, donde fácilmente se forman tormentas. En el año 255 a.C. Roma afronta una catástrofe doble: su invasión directa de Cartago es repelida y la flota encargada de devolver a los supervivientes a Italia se ve atrapada en una tormenta frente a Camarina (sudeste de Sicilia): 364 naves, según Polibio, se hunden, muriendo cerca de 100.000 personas; no es algo baladí, si tenemos en cuenta la escasa demografía del mundo antiguo: en Técnicas bélicas del mundo antiguo se explica que esa cifra supone la muerte de cerca del 15% de todos los hombres aptos para el ejército de Italia.

Semejante desastre no detiene la guerra: en 254 a.C. Roma, con una tenacidad increíble, construye una nueva armada: 220 naves en sólo tres meses. Y de nuevo una tempestad frente a Sicilia la destruye casi por completo.

Así llega a su final la breve e intensa vida del corvus. La República Romana decide prescindir de él para su siguiente flota. Sin la ventaja del corvus, los latinos son vencidos en Drepana (249 a.C.), y los cartagineses recuperan la supremacía naval, llegando a barrar las costas de Italia en incursiones de saqueo. Como dice Rosenstein, desde este momento la guerra pasa a ser de desgaste: vencerá quien tenga mayor voluntad de luchar y más recursos para llevarla a cabo. Y esos son claramente los romanos. Tras su victoria en las islas Egadas (243 a.C.), Cartago se reconoce vencida y debe admitir debe reconocer la pérdida de Sicilia, Córcega y Cerdeña ante Roma.

No obstante, la victoria final romana sólo es posible por el agotamiento cartaginés tras 20 años de guerra, y si se ha podido mantener el conflicto durante tanto tiempo ha sido gracias al corvus. Resulta curioso: gracias a un simple puente de abordaje Roma establece su hegemonía en el Mediterráneo Occidental, sale por primera vez de Italia y empieza a convertirse en el monumental imperio que llegará a ser y del que nuestra civilización es heredera.

Bibliografía

Los monstruos de Ptolomeo IV (1): la Tessarakonteres

El barco que siempre se asocia a la antigua Grecia es el trirreme, rápido, ligero y eficaz. Pero los griegos no siempre fueron tan mesurados ni prácticos. Durante el período helenístico tendieron a construir embarcaciones cada vez más grandes y más pesadas, alcanzándose proporciones que sólo pueden ser calificadas de monstruosas. Ptolomeo IV, uno de los soberanos del Egipto helenístico, fue quien llevó esta locura a su cénit.

Tessarakonteres - Octodracma de Ptolomeo IV

Octodracma de Ptolomeo IV, uno de los constructores navales más excéntricos de la historia. Fuente: Wikipedia.

La aparición de los polirremes.

La guerra naval griega va a sufrir muchos cambios tras las conquistas de Alejandro Magno; a su muerte, su colosal imperio es dividido entre sus antiguos generales, que se proclaman reyes y empiezan a luchar entre sí por ampliar sus territorios: durante los siguientes siglos, el Mediterráneo Oriental se convierte en una zona de guerra, en la que ninguno de los contendientes es lo bastante fuerte para imponerse definitivamente a los demás. Este es el contexto en el que surgen los polirremes, que van sustituyendo a las modestas galeras clásicas.

Como explica David Potter en La guerra en el mundo antiguo, las galeras de la época son clasificadas en función de los remos que llevan en cada banda o por el número de remeros que bogan cada remo. Los polirremes se llaman así porque, aunque suelen tener tres remos, son tan colosales que requieren un número muy elevado de remeros para manejar cada uno de ellos.

Todavía hoy no está claro por qué se construyeron estas naves, aunque no faltan teorías:

  • En Técnicas bélicas del mundo antiguo se afirma que, por un lado, la aparición de la artillería naval obliga a hacer embarcaciones mayores para poder cargar las catapultas. También influye que los reinos helenísticos tienen muchos más recursos que las antiguas ciudades-Estado y se pueden permitir naves mayores.
  • Plutarco, en una de sus Vidas paralelas dedicada a Demetrio, defiende estos barcos, al contar que los de Demetrio (con 15 o 16 remeros por banda) no sólo eran impresionantes, sino también prácticos, y que fue el ansia por imitarlos lo que llevó a la construcción de colosos inútiles.
  • Potter está de acuerdo con Plutarco: afirma que al principio la construcción de naves mayores fue efectiva y supuso un éxito tecnológico, pero que desde el reinado de Demetrio se inicia una absurda carrera por ver quién construye la nave mayor, sin tener en cuenta su aplicación práctica. Además, Potter adscribe esta tendencia a una época de decadencia política y estancamiento militar de los reinos helenísticos; explica que, para sus monarcas, el ejército y las tácticas de Alejandro son el único modelo válido, lo que hace sus tácticas tan rígidas que, para romper el impasse, recurren a armas cada vez más grandes. Ello explicaría que los griegos renuncien al uso del espolón y a la movilidad para convertir sus barcos en plataformas de infantería y artillería cada vez más similares a fortalezas flotantes.
  • Fleitas y Henríquez, en De la guerra marítima a la suntuosidad de Ptolomeo Filopátor, también hablan de una verdadera “carrera naval” iniciada por Ptolomeo II de Egipto a raíz del éxito de Demetrio y que alcanza su paroxismo con Ptolomeo IV. Pero no desdeñan la importancia de la artillería naval como motivo, recordando que sólo una quinquerreme de una cubierta es capaz de albergar diez catapultas de flechas y dos de piedras.

Pero si hay un factor admitido por todos a la hora de explicar los polirremes es la megalomanía de los reyes helenísticos. Éstos viven en un mundo de lujo, extravagancia y despilfarro en sus cortes, a la vez que son amenazados por sus vecinos fuera de ellas, por lo que construyen inmensas estructuras que a la vez reflejen su poder y grandeza y sirvan para combatir y / o intimidar al enemigo. Los polirremes no son un caso aislado, pues son contemporáneos al gigantismo de las máquinas de asedio (recuérdese la Helépolis, una torre de asedio de 42 metros de alto) y, en lo civil, a faraónicas construcciones y proyectos a mayor gloria del soberano de turno (el Faro, la Biblioteca y el Palacio Real de Alejandría son ejemplos harto conocidos).

La consigna, tan típica de las sociedades en decadencia, parece ser “cuanto más grande, mejor”. A nadie parece importarle que, pasado cierto tamaño, los barcos se vuelvan casi inmanejables; en la carrera naval lo importante es ver quién construye la nave mayor, como en otras lo es tener el palacio más lujoso o la biblioteca mejor surtida. Y esa carrera naval la gana sobradamente Ptolomeo IV.

La Tessarakonteres

Ptolomeo IV Filopátor, faraón helenístico de Egipto y gran amante del lujo y la extravagancia, decide ir más lejos que nadie y ordena construir el que será el mayor barco de guerra de la Antigüedad, la Tessarakonteres (τεσσαρακοντήρης, “nave de cuarenta remeros”).

Algunos autores antiguos dejan constancia de ella. Plutarco, en la dedicada a Demetrio de sus Vidas paralelas, dice “Tolomeo Filopátor construyó una (galera) de cuarenta órdenes, que tenía de largo doscientos ochenta codos y de alto, hasta el remate de la popa, cuarenta y ocho. Acomodábanse en ella, fuera de los remeros, cuatrocientos hombres de tripulación, remeros cuatro mil, y cabían además de éstos, en los entrepuentes y sobre cubierta, poco menos de otros tres mil”.

También se conoce el testimonio de Calíxeno de Rodas, recogido por Ateneo de Náucratis en El banquete de los sabios: “la nave de cuarenta remeros la construyó Filopátor con una longitud de doscientos ochenta codos, treinta y ocho de pasarela a pasarela, una altura hasta el mascarón de la proa de cuarenta y ocho codos, y del mascarón de la popa hasta la línea de flotación cincuenta y tres codos. Poseía cuatro timones de treinta codos de largo, y remos del banco superior, que son los más grandes, de treinta y ocho codos; éstos, por tener plomo en las empuñaduras y ser muy pesados dentro de la nave, resultaban fáciles de manejar debido a su balanceo. Tenía dos proas y dos popas, y siete espolones. De éstos, uno era el principal, los demás secundarios, algunos en las orejeras de proa”.

https://es.wikipedia.org/wiki/Ptolomeo_IV

La Tessarakonteres, junto a un soldado para comparar la escala. Fuente: Tessarakonteres, el supercatamarán de la Antigüedad.

Lo que estos autores describen es un coloso de más de 120 metros de eslora, cerca de 17 de manga y con 20 metros de altura sobre el agua (es decir, sin contar la parte sumergida). Los remos del banco superior (los más largos) miden más de 17 metros. Necesita 4.000 remeros para ser impulsado, 400 hombres de tripulación y es capaz de transportar a casi 3.000 soldados. Como otras polirremes tiene poco calado y lleva a bordo catapultas. Pero otros aspectos no están tan claros.

Uno de los inconvenientes de las naves de Ptolomeo IV es que no tenemos imágenes contemporáneas suyas, por lo que algunas de sus características son bastante oscuras. Así, la afirmación de Calíxeno de que la nave tiene dos proas y dos popas ha llevado a la interpretación de que la Tessarakonteres es un catamarán, con dos galeras unidas por un puente central, pero es algo difícil de verificar y, aunque se admita, también se desconoce si sus dos cascos estarían pegados o separados entre sí.

Posible disposición de los cascos y remos de la Tessarakonteres. Fuente: Tessarakonteres, el supercatamarán de la Antigüedad.

Posible disposición de los cascos y remos de la Tessarakonteres. Fuente: Tessarakonteres, el supercatamarán de la Antigüedad.

Otra duda viene de sus “cuarenta remeros”. Eso sólo nos dice que llevaba 40 remeros por banda, pero no hay más que indicios sobre cuántos remos manejarían o de su disposición. Generalmente se acepta que habría tres inmensos remos por banda, con tres modelos posibles:

  1. Los cascos separados, con lo que también habría bandas de remos bajo el puente. En este caso, cada una de las cuatro bandas de la nave tendría 20 remeros, 40 por cada galera.
  2. Los cascos unidos, sin espacio entre ellas para remos. En este caso, habría sólo dos bandas, cada una con 40 remeros.
  3. Los cascos unidos, con dos bandas con 20 remeros y otros 20 de reserva por si fueran necesarios.
Disposición de los remos según el modelo 1. Los números indican los remeros necesarios para bogar cada uno. Fuente: El Tessarakonteres, el barco a remos más grande de la historia.

Disposición de los remos según el modelo 1. Los números indican los remeros necesarios para bogar cada uno. Fuente: El Tessarakonteres, el barco a remos más grande de la historia.

Hay un aspecto que los escritores de la Antigüedad sí que dejan muy claro: la inutilidad de la Tessarakonteres. Plutarco afirma que “no sirvió mas que de espectáculo, pudiendo ser mirada como un edificio fijo destinado a la vista y no al uso, por ser muy difícil de mover, y aun no sin peligro”. Calíxeno, a través de Ateneo, nos cuenta su viaje inaugural, en el que queda en evidencia lo engorroso e inmanejable que resulta: se tiene que mover mediante un andamiaje empujado por una multitud, y después tirado por un remolcador, siendo necesario incluso excavar un canal para que pueda llegar al mar. En este texto, tan detallista, no se menciona jamás su uso en batalla.

En definitiva, la Tessarakonteres, tal vez la mayor embarcación de la Antigüedad, es hija de su tiempo: un navío gigantesco, inmanejable, carísimo y pomposo. En teoría es militar, pero no se ha hecho para participar en la guerra: su única utilidad en tal caso sería la de una fortaleza flotante demasiado lenta y frágil para poder funcionar adecuadamente; la Tessarakonteres existe para demostrar el poder y la grandeza del monarca que la ha mandado construir.

Bibliografía

La galeaza

Famosas por su participación en la Batalla de Lepanto, las galeazas fueron uno de los colofones de la evolución de las galeras, construidas para contrarrestar el creciente poder de los barcos de guerra a vela: se trataba de verdaderas fortalezas flotantes, enormes, altas y artilladas. Su aparición y breve existencia, en los siglos XVI-XVII, responde al contexto del Mediterráneo de la época.

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Una galeaza. Extraído de Cog and Galley – A floating fortress, the galleass.

El Mediterráneo en guerra

Entre finales de la Edad Media y principios de la Moderna, el Mediterráneo es una de las zonas más conflictivas del planeta. El creciente poder del Imperio Otomano ha establecido su dominio en el Mediterráneo Oriental, a la par que alienta y protege a los piratas y corsarios berberiscos para sembrar el caos en el Occidental. Los sultanes turcos no ocultan su objetivo: dominar el mar como un primer paso para la conquista de toda Europa. Su principal oponente es el imperio de los Habsburgo, que en tierra frena a sus ejércitos en Viena, mientras que en el mar les combate con la poderosa flota española.

La antigua superpotencia mediterránea, Venecia, queda encajada entre estos colosos, empeñada en mantener su independencia a cualquier coste, y basculando en sus alianzas entre uno y otro según su conveniencia. Puede que sea una sola ciudad con un imperio diminuto, pero tiene la mejor marina de guerra del Mediterráneo, los arsenales más grandes y productivos y excelentes marineros e ingenieros navales, de quienes nacerá la idea de la galeaza.

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Potencias navales enfrentadas: los crecientes imperios Habsburgo y Otomano, con Venecia encajada entre ellos. Extraído de and that’s the way it was – Today in Mediterranean history: the battle of Lepanto (1571).

Invención y características de las galeazas

A la vista de la situación, no resulta sorprendente que las galeazas, que adquirieron fama en la lucha contra los turcos, se ideasen para competir con los españoles. Como explica Angus Konstam en Renaissance war galley (1470-1590), los venecianos quieren contrarrestar el poder de la enorme galera llamada bastarda, muy en boga entre la marina española de principios del XVI. Así que deciden ir más lejos y crear una nave aún más grande y fuerte.

Las primeras galeazas aparecen en la década de 1530, surgidas del vientre del Arsenal de Venecia. Como se dice en Técnicas bélicas del mundo moderno 1500-1763, ningún otro astillero podría haber creado un portento semejante. Sus cifras son impresionantes para la época: rondan los 47-49 metros de eslora y los 8-12 de manga, el doble que las galeras más ligeras; cada uno de sus 76 remos precisa de 6 remeros, y ni así, como veremos, es fácil impulsarlas; su armamento se compone de 23 piezas ligeras, 20 cañones montados sobre raíles y, en la batería, unos 5 grandes cañones, capaces de disparar proyectiles de 23 kg., y dos o tres que disparan balas de 11 kg.

La galeaza es una fortaleza flotante: es enorme, con tantos cañones que tiene que colocar algunos incluso entre los remeros, está protegida de los abordajes por su gran tamaño y su alto francobordo, y está dominada por dos inmensos y densamente artillados castillos de proa y de popa; todo ello rematado por un espolón medieval, situado sobre el nivel del agua porque su propósito no es hundir barcos enemigos, sino destrozar los remos de sus costados y dejarlos a la deriva. Además, pueden llevar 250 soldados y 70 marineros.

Ha sido especialmente diseñada para poder soportar los cañones de mayor calibre que se conocen en el Mediterráneo de la época. De hecho, en Técnicas bélicas del mundo moderno 1500-1763, se defiende que la idea de la andanada nace con las galeazas.

Su punto débil es el movimiento. Resulta tan pesada que a sus muchos remeros les cuesta impulsarla, así que suele ser remolcada a la batalla por naves más ligeras y una vez en ella se suelta para que la hagan maniobrar los remeros. Cuenta con tres mástiles, cada uno con una vela latina, pero, como afirma Konstam, son algo complementario, como en las restantes galeras.

Galeaza 1

Una galeaza, tal como aparece en KONSTAM, Angus; BRYAN, Tony, Renaissance war galley 1470-1590. Oxford, Osprey Publishing, 2002, página 32.

Para entender cómo se usa la galeaza, se debe recordar cómo es la guerra naval del Mediterráneo en el siglo XVI. Pese a la generalización de las armas de fuego, el combate sigue basándose no en hundir las naves enemigas, sino en acribillar a sus defensores para debilitarles y entonces abordarles, capturando así las embarcaciones; las batallas navales aún son una prolongación de las terrestres, actuando el barco principalmente como plataforma de infantería. Y el barco más usado para la guerra sigue siendo la galera, ligera, veloz y con capacidad de llevar a muchos soldados, pero también muy plana y relativamente frágil. Así, en los combates, el mar se cubre de galeras que, en medio de una gran confusión, se abordan unas a otras.

Las galeazas sólo tienen sentido en esta clase de guerra naval. La idea es simple: su función es las cargar contra la formación enemiga, rompiendo las líneas de sus galeras gracias a su solidez y a su artillería. Así, cuando sus aliados inicien su ataque, estos castillos flotantes estarán dentro de la formación enemiga, disparando andanadas y embistiendo con su espolón a todo el que tengan cerca, a la par que, con su gran tamaño, castillos y armamento, resultan casi imposibles de abordar. El resultado es el caos dentro de la flota enemiga, que se ve incapaz de luchar en condiciones.

La galeaza en acción

A lo largo de su historia, las galeazas participarán en varias contiendas, pero su uso más destacado es en la Batalla de Lepanto (1571), motivada por las ambiciones turcas. El sultán Selim II (1566-1574) quiere realizar una maniobra de pinza sobre Europa, atacando Chipre y poniendo sus ojos en Italia, mientras que tropas se preparan para marchar sobre Austria. La amenaza es tal que todas las potencias cristianas se ven obligadas a unirse contra ella, formándose la Liga Santa, con España, los Estados Papales, Venecia, Génova, la Orden de Malta y Saboya.

La Liga Santa decide realizar un ataque preventivo contra la flota que los turcos están reuniendo en las costas griegas para el ataque a Italia. La localizan en el golfo de Lepanto. En la batalla, las galeazas aportadas por Venecia serán claves, pese a su escaso número: son 6 en una flota formada por entre 208 y 227 galeras y galeotas, 76 fragatas o bergantines y 24 naves de servicio, con entre 84.000 y 98.000 hombres, mientras que la armada turca se compone de unas 210 galeras y 87 galeotas y fustas, contando con entre 75.000 y 90.000 combatientes.

Las galeazas inician la batalla, arremetiendo contra la formación turca, apostada en el interior del golfo. Al darse cuenta de la naturaleza de sus atacantes, los turcos se verán obligados a elegir: o les disparan con sus cañones, lo que requiere exponer sus flancos a la artillería y espolones de las galeazas, o las rodean, lo que implica dividir y desordenar su formación. Los turcos eligen esto último, y lo pagan caro: los grandes cañones venecianos les alcanzan de todas formas, la flota cristiana ataca antes de que puedan reordenarse, y las galeazas, tras atravesar la formación otomana, viran en redondo para atacar su retaguardia, acribillando y embistiendo a todo lo que se pone a su alcance, y dejando a los turcos atrapados entre dos fuegos.

Galeaza rompiendo la formación turca en Lepanto

Las galeazas venecianas rompen la línea turca en Lepanto. Extraído de KONSTAM, Angus; BRYAN, Tony, Lepanto 1571 – The greatest naval battle of the Renaissance. Oxford, Osprey Publishing, 2003, páginas 70-71.

La Batalla de Lepanto termina con una sonora victoria cristiana y aunque no se quiebra el poder turco, da al traste por muchos años con sus planes de conquista. Las galeazas han sido claves para que la Liga Santa haya podido imponerse a un enemigo considerado entonces casi invencible.

Aunque es especialmente famosa su intervención en Lepanto, las galeazas seguirán en activo y participarán en diversos combates, y no sólo en el Mediterráneo. Por ejemplo, la “Armada Invencible” con la que, en 1588, Felipe II trata de invadir Inglaterra, cuenta con cuatro galeazas. Su papel aquí será poco lucido: los navíos ingleses las eluden repetidamente con su superior velocidad o metiéndose en zonas de bancos de arena, donde resulta muy difícil maniobrar; en todo momento, las cañonean a distancia, debilitándolas poco a poco. Para las galeazas, aquella desastrosa campaña supone una verdadera humillación, que deja al descubierto sus puntos débiles. El final de estas naves no es abrupto: conforme avance el siglo XVII, irán siendo abandonadas por otros modelos.

La galeaza en la cultura popular

Todavía hoy, la galeaza mantiene su fama como uno de los barcos más representativos de la época renacentista. En algunos videojuegos históricos, por ejemplo, se pueden usar galeazas. Es el caso de Medieval II Total War o Civilization V.

Galeaza de Civilization V

La galeaza de Civilization V – Extraído de Civilization V CIVILOPEDIA Online.

Galeaza de Medieval II Total War

La galeaza de Medieval II Total War – Extraído de Total War Wiki.

Las galeazas también son mencionadas en Canción de hielo y fuego, concretamente en el libro Danza de dragones, aunque hasta ahora no ha aparecido ninguna directamente en la historia.

Bibliografía

  • Jörgensen, Christer; Pavkovic, Michael F.; Rice, Rob S.; Schneid, Frederick C.; Scott, Chris L., Técnicas bélicas del mundo moderno 1500-1763, 2012, LIBSA, Madrid.
  • Konstam, Angus; Bryan, Tony, Lepanto 1571 – The greatest naval battle of the Renaissance, 2003, Osprey Publishing, Oxford.
  • Konstam, Angus; Bryan, Tony, Renaissance war galley 1470-1590, 2002, Osprey Publishing, Oxford.
  • RevistaNaval.com – La Batalla de Lepanto.

La popovka

 

La Novgorod en 1873. Extraído de Wikimedia Commons.

La Novgorod en 1873. Extraído de Wikimedia Commons.

Una de las naves más raras que hayan surcado los mares, la popovka fue un barco redondo construido por el vicealmirante ruso Popov. Su creación y efímera existencia no es una casualidad, sino que se inserta en un lugar y una época muy concretos… y conflictivos: el mar Negro posterior a la Guerra de Crimea.

La Guerra de Crimea (1853-1856)

La popovka jamás habría nacido de no haberse producido la Guerra de Crimea, que enfrentó a Rusia con el Imperio Otomano, Inglaterra y Francia, deseosos de contener su expansionismo. La contienda acabó con la derrota de Rusia, a la que se le prohibió, por el Tratado de París (1856), poseer una flota de guerra en el mar Negro, en un intento de limitar su influencia en la zona.

Pero la Guerra de Crimea fue más importante que sus consecuencias para un solo país: tuvo dos efectos que serían importantísimos para el futuro. El primero, la voladura del equilibrio europeo relativamente pacífico establecido en el Congreso de Viena (1815). A partir de entonces, los recelos, las desconfianzas y la creciente agresividad sustituyeron a la diplomacia, en una escalada que estallaría en la I Guerra Mundial, medio siglo después. El segundo fue la creciente modernización militar: en esta guerra había quedado en ridículo la tecnología militar que se consideraba lo más puntero hacía sólo unos decenios. Eso se notaba sobre todo en la flota: los barcos de madera a vela fueron completamente ineficaces para atacar las ciudades rusas. Sólo las baterías flotantes acorazadas francesas hicieron un buen papel. Y eso no pasó desapercibido a los rusos.

Así pues, la aparición de la popovka era sólo cuestión de tiempo, en una Rusia humillada y carente de medios para mantener su poder en el mar Negro, en medio de un mundo cada vez más enfrentado, a la par que consciente de la supremacía de la más puntera tecnología bélica.

La idea de Popov

Dadas las circunstancias, el entonces contraalmirante ruso Andrei Alexandrovich Popov decidió crear un nuevo tipo de barco: tan sólido y potente como las baterías acorazadas francesas, pero del tamaño de una cañonera, para no quebrantar el Tratado de París. Lo realmente novedoso sería su forma redonda. Hoy puede sorprender, pero en esa época había una corriente de opinión, encabezada por el arquitecto naval sir Edward Reed, favorable a curvar los barcos, pues de esa manera ofrecerían un blanco más pequeño al enemigo y necesitarían menos blindaje, lo que repercutiría en una mayor velocidad. Popov sencillamente llevó esto al extremo, ideando un barco con forma de círculo, la figura plana de menor perímetro.

Una popovka vista desde arriba. Extraído de Wikimedia Commons.

Vista superior de una popovka. Extraído de Wikimedia Commons.

Popov planeaba construir diez de estas naves. Idealmente, serían “fortalezas flotantes”, equipadas con los mejores y mayores cañones disponibles y capaces de disparar en círculo, bien protegidas por su coraza de hierro forjado, y todo ello sin saltarse una coma del Tratado de París. Al final, sus barcos resultaron ser tan caros que sólo se autorizó la construcción de dos: serían la Novgorod y la Vitse-admiral Popov, popularmente llamadas popovkas, en honor a su creador.

Andrei Alexandrovich Popov. Extraído de Andrei Alexandrovich Popov.

Andrei Alexandrovich Popov. Extraído de Wikipedia

Detalles de las popovkas

Detalles técnicos Novgorod Vitse-admiral Popov
Autorización 1871 1871
Astillero Astillero del Almirantazgo, San Petersburgo Astillero del Almirantazgo de Nicolaev
Botadura 1873 1875
Desplazamiento 2.671 toneladas (normal), 2.706 (carga máxima) 3.550 toneladas (normal), 3.990 (carga máxima)
Eslora 101 pies (30,8 metros) 120 pies (36,6 metros)
Manga 101 pies (30,8 metros) 120 pies (36,6 metros)
Calado 12 pies y 6 pulgadas (3,8 metros) 13 pies y 6 pulgadas (4,1 metros)
Velocidad máxima 7 nudos 8 nudos
Calderas 8 12
Hélices 6 6
Combustible 160 toneladas de carbón 170 toneladas de carbón
Blindaje Cinturón, 178-229 mm, cubierta 70 mm, barbeta 178-229 mm Cinturón, 406 mm, cubierta 70 mm, barbeta 406 mm
Armamento 2 cañones de 279 mm en una torre artillada; añadidos posteriormente 2 cañones de 4 libras, 2 cañones de 37 mm y 1 torpedo de pértiga 2 cañones de 305 mm, 4 cañones de 86 mm; añadidos posteriormente 2 cañones de 4 libras, 2 cañones de 37 mm y 1 torpedo de pértiga
Tripulación 8 oficiales, 120 marineros 203 oficiales y marineros

Ambos eran barcos del tipo monitor. El Novgorod era el más pequeño de los dos. Fue construido por secciones en San Petersburgo y ensamblado en los astilleros de Nicolaev, cerca de Odesa, botándose en 1873. El Vitse-admiral Popov (al que en principio se pensaba llamar Kiev), se construyó directamente en Nicolaev.

Llegada de la Novgorod a Sebastopol. Extraído de Wikimedia Commons.

Llegada de la Novgorod a Sebastopol. Extraído de Wikimedia Commons.

Fracaso

Por entusiasmo que le pusiera, Popov no era un ingeniero naval, y sus diseños resultaron ser muy problemáticos. Las popovkas se movían bien en aguas poco profundas y era casi imposible marearse en ellas, de acuerdo a los testimonios de la época. Pero también eran muy difíciles de manejar, por su peculiar forma. Tendían a girar sobre sí mismas, y más aún cuando disparaban. Ello, además, las volvía muy lentas, perdiendo la velocidad que ganaban al aligerar el blindaje.

La Novgorod en movimiento. Extraído de blackseafleet-21.com

La Novgorod en movimiento. Extraído de blackseafleet-21.com

Eso no significa que los rusos no intentaran amortizar su inversión. Al fin y al cabo, como baterías flotantes siempre funcionaron bien, y tuvieron cierta utilidad en labores de patrulla y vigilancia en aguas someras, como el río Dniéper o el mar de Azov. Durante la Guerra Ruso-Turca (1877-1878) fueron destinadas a la defensa de Odesa y participaron en algunas operaciones en el Danubio. En 1892 fueron reclasificadas como acorazados de defensa costera y siguieron realizando labores de patrulla por el mar, pero para entonces ya habían perdido toda relevancia.

En 1903 las popovkas, ya muy deterioradas, fueron retiradas del servicio. Durante algunos años sirvieron como almacén. En 1908 Rusia se ofreció a vendérselas a Bulgaria, que las rechazó. En diciembre de 1911 fueron vendidas como chatarra.

Legado

La Vitse-Admiral Popov y la Novgorod en Sebastopol (1875). Extraído de Wikimedia Commons.

La Vitse-Admiral Popov y la Novgorod en Sebastopol (1875). Extraído de Wikimedia Commons.

Las popovkas han pasado a la historia como embarcaciones excéntricas, cuando no ridículas. Algunos incluso las llaman “los barcos más raros del mundo”, o “los más feos”. Cuesta creer que, en su época, muchos los vieran como un gran avance de la tecnología militar y, tal vez, como un inicio de la generalización del barco redondo, que se creía supondría una gran mejora, más veloz y con menos blindaje.

Sin embargo, las popovkas no deben subestimarse. En realidad, pese a sus fallos, también tenían puntos fuertes: gozaban de gran estabilidad, lo que hacía casi imposible marearse en ellas y facilitaba el manejo y la precisión de sus cañones; se movían bien en aguas poco profundas; y el destacado ingeniero Reed creía que su forma circular, lejos de volverlas inmanejables, aumentaba su maniobrabilidad, siendo capaces de rotar rápidamente para corregir su rumbo. Fueron bastante efectivas como baterías flotantes y defensoras costeras, y capaces de cargar muchos más hombres y armamento que los barcos estándar del mismo tamaño. Visto así, resulta injusto que hayan pasado a la historia como una esperpéntica extravagancia, que inevitablemente había de desembocar en un total fracaso.

Desde luego, quien nunca perdió la fe en este diseño fue Popov, que poco después de la botadura de las popovkas creó el yate redondo Livadia. Pero esa ya es otra historia.

Bibliografía